viernes, 23 de marzo de 2012

El cuerpo y la luna




Cuando las mujeres nos mezclamos con la Tierra y nos llenamos de Sol, en ese tiempo que de pura arcilla nos modelamos y dimos nuestros primeros pasos, aún el océano nos inundaba y un pedacito hubo que no dejamos marchar, para que el barro supiera de dónde mantenerse húmedo y nos diera al menos 70 u 80 años antes de secarse y dejarnos ser polvo que el viento se lleva.

El agua y la luna, la luna y el agua, el agua y el cuerpo, el cuerpo y la luna...

La luna, de a ratitos, se deja inundar de luz de las mujeres-sol que orbitan nuestro universo. Como en una danza cíclica, flotando en un mar de negro y melódico fluir caótico, se deja empapar de todo aquello de las Otras que siente le puede hacer crecer.
Y se va mojando...
Y cuando se llena
comienza el conjuro...

La luna invoca al agua, y también en nuestro mar sube la marea, manan las corrientes, vibran las caderas y el pecho, despierta el cuerpo...
...se cierran los ojos, el cuerpo como en trance se mueve en ondas como si nadase...

Bailamos y cantamos este rito tomadas de las manos, conectando la energía que irradian nuestros úteros, y con cada vibración nos contamos los cuentos de nuestras vidas pasadas:
Las mujeres que hemos sido, los tsunamis, maremotos, las tormentas de donde venimos, los ríos que hemos remontado y las corrientes que casi nos vencen, las olas que nos han traído hasta aquí.
Las sirenas con las que hemos cantado, compañeras que habitan los mares y nadan caminos que también son los nuestros, las grandes, las chiquitas, las mujeres con espinas, las mujeres-orca que de un coletazo avanzan y tiembla el mundo, las mujeres ermitañas que okupan caracolas abandonadas, y con la casa a la espalda viven nómadas, las mujeres de agua que nos han hecho ser quienes somos.

Las mujeres que no están.
Las que se tragó el abismo,
las que se perdieron en los mares fríos,
las que se agotaron luchando por liberarse de las redes de arrastre,
las mujeres que volaron con el viento y en forma de polvo que se hace barro forman parte de cada una de nosotras...

Repitiendo un mantra aunamos los ritmos de nuestros cuerpos, las ondas que se generan en nuestro océano son su epicentro. Y con esas danzas nos contamos todos los cuentos de miedo con los que nos alimentaron, y vemos que son los mismos.
Unas a Otras nos los descosemos de las entrañas y entre todas los quemamos.
Y cantamos.
Sólo dejar resonar nuestras voces en todos los recovecos del cuerpo y de los cuerpos de las Otras.
Saber cómo sonamos.
Saber quiénes somos,
y reconocernos entre nosotras,

Como lobas que aúllan
como indias que escuchan la tierra vibrar,
nuestros mares sin calma se hacen corrientes que cambian de dirección y se expanden cuando resuenan en otros cuerpos.

Cuando la luna empieza a marcharse las mareas comienzan a bajar.
La espiral colectiva que nos mueve se hace más grande y lenta.
Removidas y revueltas, nos buscamos en el centro del corro, nos abrazamos todas y así, piernas sobre brazos, caderas y manos y labios enredados, dormimos la luna nueva...




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