martes, 19 de marzo de 2013

- Hay que quemar tantas cosas - Ejercicios de Resonancia y Reacción.


[Cruzando a Amanda Baggs con el Manifiesto gordx, más Cojos y Precarias, haciendo vidas que importan, repensando la familia, la biológica y la elegida, cruzándome con personas y vidas que te sacuden. La vida me sacude]


Algunos de los sufrimientos son: me he encontrado un bulto, otra vez. No hay trabajo, no hay comida. Después de todos estos años sin poner ni un duro para l*s crí*s irá a la cárcel, mira lo que hace tu madre. No quiero verlos, ya no son mis hijos. Ella está embarazada y yo no.

La gente me suele preguntar cómo se vive al estar atrapada en un cuerpo aparentemente retrasado. La gente mira el cuerpo como un recipiente que tiene que tener la etiqueta adecuada, y se pregunta cosas como "¿cómo se siente al nacer atrapada en el cuerpo del sexo equivocado?" Preguntas que se contestan a sí mismas. Y yo me pregunto ¿cómo se siente tan confortable atrapada en la lógica de las cajas, dentro de cajas, dentro de cajas?

Parece haber un deseo de estampar el sello oficial de la palabra NORMAL sobre la frente de todas y cada una de las personas antes etiquetadas como «discapacitadas».

Cuerpos seccionados y reconstruidos, "arreglados" en quirófanos. Cuerpos construidos frente al espejo. Odios construidos y reconstruidos sobre los cuerpos. Cuerpos gordos, erróneos, tullidos. Cuerpos no reproductivos, demasiado jóvenes, demasiado viejos, demasiado grandes o pequeños, demasiado mulatas o negras, demasiado lentas. Demasiado o demasiado poco para producir. Nunca demasiado para consumir.

Utilizaron esta correa contra mí y contra otro niño. Nos ataban para impedir que nos levantáramos por la noche. Cuando estás atado a alguien, estás en su mismo barco.

Y en este barco estamos tantas...Algunos de los sufrimientos son: yo sólo quiero ser normal. Tener una vida como cualquiera. El capitalismo rosa. Comida ecológica en el corte inglés. Poder hacer legal una unión entre tres o más personas. Una compa que va en silla de ruedas contaba que un día en la playa una niña se le acerca, a curiosear, y la mamá corriendo le dice "cariño, déjala tranquila". Puede que quiera enseñarle a respetar los espacios ajenos, pero a mí me parecía más que le incomodaba que su hija estuviera tan cerca de un cuerpo "tan" diferente.

Cuánto nos habrá costado reconstruir en el espejo nuestros cuerpos como cuerpos "normales". Cuánto miedo detrás de esa frágil coraza. No acercarnos demasiado a cuerpos divergentes, que por resonancia nuestros cuerpos puedan reventar ese disfraz macabro.

Como era sorda no hablaba, como no hablaba pensaban que era retrasada, como pensaban que era retrasada no le hablaban, y la tenían ahí, apartada en un rincón. Cuántas personas habrá ahora mismo atadas a una cama. Como vuelvas a decir "subnormal" te reviento a patadas. No es lo mismo la violencia para normalizar que la violencia para defenderse y resistir a la normalización. Hay que quemar tantas cosas.

Pedirme que considere un insulto el hecho de ser llamada retrasada y que me distancie lo más rápido posible de esa denominación significa pedirme que opte por una categoría médica en lugar de una social.

Algunas cosas sí hemos entendido.

No queremos modificarnos o que nos acepten por “lo que somos por dentro”,
queremos que los deseos se desaprendan y que nuestro cuerpo se transformen en potencia de deseo por el simple hecho de ser cuerpo.

Porque nuestros cuerpos son vergeles de sexos y afectos inéditos

y desafiantes.


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