lunes, 30 de noviembre de 2015


Me remueven los batiburrillos de cuerpos indefinidos. Amo los primeros momentos de las relaciones, y de los grupos, esa sensación de enamoramiento colectivo, una sensación de que el grupo mismo irradia luz, calor, reconocimiento, creatividad, la energía lo empapa todo. Me encanta cómo los límites exactos de quién es quién y qué hace y significa cada una se difuminan un poco y exploramos. Me gusta, creo en ello, me da vida y me alimenta. Y luego con el tiempo compartido, las experiencias, el ponerse en ello cada una con su singularidad, lo peculiar, lo concreto, se van definiendo contornos, y esto también es maravilloso.
Sigue habiendo una relación colectiva y es preciosa, y muy valiosa. Y hay también relaciones de a dos entre cada una, y son peculiares y son distintas y esto es bonito. Me remueve el batiburrillo de cuerpos indefinidos. No tenemos que hacer todas lo mismo, en el mismo sitio y a la misma vez. No tenemos que compartir las mismas cosas entre cada vínculo de a dos. 

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El cuerpo no es como la energía, el cuerpo se crea, se construye y se destruye, se reconstruye el cuerpo se hace de memoria y conserva, el cuerpo se esconde en sí mismo, se atrapa y se bloquea, el cuerpo se devora. No, no es cierto. Pero se alimenta de sí mismo cuando no encuentra otra cosa, o cuando no sabe. El cuerpo no es como la energía, no es ilimitado, es contingente. El cuerpo es concreto, y es en esa noción radical que nuestra vida es. 




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